jueves, 30 de agosto de 2012

Bankia, un coloso con alma de ladrillo



El Estado decidió entrar en el capital y asumir el control de la cuarta entidad del país el pasado miércoles para evitar el deterioro de todo el sistema financiero en medio del nerviosismo de accionistas y clientes.

Bankia acabará subastada. Al gigante del ladrillo se le resquebrajó la argamasa por la base, y el Gobierno decidió nacionalizar el grupo del que forma parte Bankia para intentar poner freno a un deterioro que amenazaba todo el sistema financiero español. El pasado miércoles, empujado por la fuga de clientes y accionistas, el Estado decidió acelerar la entrada en el capital y asumir el control de la cuarta entidad del país.

El sector bancario reconocía sotto voce desde hace tiempo que gran parte de la solución a las dudas sobre la solvencia del sistema financiero español pasaban por resolver el futuro de Bankia. El Fondo Monetario Internacional (FMI) convirtió a finales de abril en insostenible la situación después de poner en el punto de mira a la entidad. El Gobierno de Mariano Rajoy decidió salir en su rescate. La gota que colmó el vaso fueron las objeciones de los auditores de Deloitte a sus cuentas. ¿Por qué? Sobre todo por su exposición al negocio del ladrillo, la más elevada de todo el mapa bancario.

Siete cajas unidas

El origen de Bankia se remonta al Sistema Integral de Protección (SIP) que formaron en el verano de 2010 siete cajas de ahorros: Caja Madrid, Bancaja, Caja de Canarias, Caixa Laietana, Caja de La Rioja, Caja Ávila y Caja Segovia, que integraron en un mismo grupo bancario sus negocios pero manteniendo sus marcas locales.

Esta fusión fría, que permitió que las distintas regiones no perdieran su influencia sobre sus entidades, creó el tercer grupo por activos de España, con 339.021 millones en 2009, pero el primero por volumen de negocio, 376.619 millones. Es decir, la entidad con mayor concentración de riesgo en este país.

Para cumplir con las exigencias de capital exigidas por el Gobierno, el SIP se transformó en banco con la constitución del Banco Financiero y de Ahorros (BFA), que agrupó los activos problemáticos de las antiguas cajas. El proyecto recibió 4.465 millones de ayudas del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (Frob).

Batacazo en bolsa

En julio del pasado año, Rodrigo Rato pilotó la salida a bolsa de Bankia para captar fondos del mercado y ganar músculo financiero, tal y como exigía la normativa. Logró 3.092 millones de euros, pero a costa de ofrecer un descuento del 60% sobre el valor en libros de la compañía que atrajo a 400.000 inversores. El desplome del sector financiero desde esa fecha y las incertidumbres sobre la entidad han provocado un desplome del valor superior al 40% desde su estreno en el parqué.

Demasiado ‘ladrillo’

BFA acumuló al cierre de 2011 riesgos por 65.983 millones de euros en el sector constructor e inmobiliario, con un peso del 22,1% en el balance. Los préstamos al sector promotor suman 37.517 millones de euros, los mayores de la banca española, de los que más de la mitad son dudosos o en riesgo de mora. A ellos hay que sumar otros 13.950 millones en inmuebles adjudicados o adquiridos. El gran problema de esa exposición es que las pérdidas que podría afrontar la entidad provocarían un fuerte impacto en su balance, al contar con un negocio poco diversificado. Otro de los puntos débiles del grupo es la falta de entendimiento entre los socios, donde el componente político aún es muy fuerte.

Detonante

Deloitte advirtió que BFA tenía contabilizada la participación de Bankia en 12.000 millones en su balance, cuando su valor en bolsa es de 2.000 millones y el valor contable de 8.500 millones. La auditora defendió que BFA debería, al menos, reflejar el valor contable, lo que obligaba a la entidad a recabar 3.500 millones más o cargarlo contra el patrimonio de la entidad, que asciende a 3.515 millones, por lo que el valor patrimonial sería cero y le abocaba a la nacionalización, al convertir los 4.465 millones de participaciones preferentes del Estado en capital, como exige la ley.

Las cuentas fueron presentadas a la CNMV al límite del plazo sin la firma del auditor el pasado 30 de abril. Ante esta situación, los tres banqueros más influyentes de España (Emilio Botín, presidente del Santander, Francisco González, de BBVA, e Isidro Fainé, de CaixaBank) urgieron el viernes 4 al ministro de Economía, Luis de Guindos, a que tomase cuanto antes una decisión con Bankia.

Relevo de rato

Ese mismo viernes De Guindos citó a su antiguo jefe (fue secretario de Estado con Rato en el Ministerio de Economía) para forzar una solución rápida para la entidad. El Gobierno obligó a Rato a dimitir de la presidencia y decidió su relevo inmediato por José Ignacio Goirigolzarri, ex consejero delegado de BBVA.
En principio, ayer era la fecha fijada para el cambio en la presidencia, pero los acontecimientos se precipitaron y la reunión del consejo de la entidad se adelantó al miércoles. Goirigolzarri tomó posesión de su cargo mientras Rato y José Manuel Fernández-Norniella, su hombre de confianza, hicieron oficial su dimisión, a las que se unió la del consejero Virgilio Zapatero.

El proceso se aceleró al máximo y la bomba estalló el jueves, con la nacionalización. El nuevo gestor pidió al Ejecutivo que asumiera en forma de capital el dinero prestado por el Frob, con lo que controlará el 100% de BFA y el 45% de Bankia.

Los próximos pasos podrían derivar en una integración entre BFA y su filial Bankia y sacar a una sociedad de nueva creación los inmuebles adjudicados.

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